Salmos 8:2 – “Por causa de tus adversarios has hecho que brote la alabanza de labios de los pequeñitos y de los niños de pecho, para silenciar al enemigo y al rebelde.”
Nuestra hija Victoria Gracia nació el 28 de Febrero del 2008. Ella falleció después de seis días el 4 de Marzo. Estos seis días fueron los más santos de todos. Orábamos que ella fuera una sierva hermosa de Dios. Cuando la vi por la primera vez, pensé que ella era hermosa aunque su condición fuera horrible. Antes de su nacimiento, los doctores nos habían dichos que ella viviría de minutos a horas. Deseábamos atesorar cada momento. Desde el principio, ella tenía dificultades para respirar. Sin embargo, continuaba respirando.
Una hora más o menos después de nacer, nuestra familia se reunió para dar la bienvenida a su nieta, sobrina, o prima. Pero primero, Caleb y Jacob saludaron a su hermana pequeña. Ellos la miraban con asombro. Todos la sostuvieron. Había un tiempo reverente y muy especial. Ella continuaba respirando.
Nos deleitábamos de los minutos y las horas se convirtieron en días. Nunca nos habíamos imaginado esto. Agradecíamos mientras nos lamentábamos. Al mismo tiempo, no queríamos nunca que ella saliera de nuestros brazos, y nos daba pena su sufrimiento.
Una noche pensamos que ella estaba muriéndose. Por cuatro horas más o menos, toda nuestra familia se sentó en silencio mientras todos miraban a Victoria. No solo los sonidos de llantos se escuchaba en esos momentos, sino el sonido de respirar de Victoria. Ella se esforzaba mucho, pero continuaba respirando.
Por las noches, los abuelitos y tios de Victoria se quedaban despiertos todas las noches sostíendola. Otra noche yo me estaba sentado con ella en mis brazos. Ella estaba esforzándose para respirar. Yo le pregoné a Dios, ¿Por qué ella se esfuerza tanto para respirar? Jamás esperé recibir una respuesta. Sin embargo, ella continuaba respirando.
Un día, nuestra amiga vino al hospital para darnos un poema que ella escribió de Dios a Victoria. En la cuarta oración del segundo versículo, le dijo Dios a Victoria: “Tu aliento especial es la adoración para Mí.”
Unos pocos días después, llevamos a Victoria a nuestro hogar. La próxima mañana, su aliento se acabó y ella se fue al hogar celestial con el Padre. Todavía, su vida continúa alabando a Dios como su sierva hermosa.